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La vida urbana de Arnold

enero 10, 2017FicarqWebAnimación y urbanismo

La habitación de Arnold era el sueño de todos los niños: un ático semi aislado donde no subían nunca los adultos. La cama estaba dentro de un nicho, había un sofá que salía del muro y en vez de techo había un gran tragaluz de vidrio con salida directa a la azotea. La pequeña habitación nos transporta a una realidad urbana sin filtros. Arnold vive en Hillwood, una ciudad ficticia con muchas similitudes a Brooklyn, Seattle y Portland, en un barrio diverso y semi densificado. Su hogar es una casa de huéspedes, su escuela está debajo de una gran autovía y sus juegos se dan a pie de calle.



¡Oye Arnold!
es un dibujo animado que cautiva a cualquiera
. Si bien fue presentado por Nickelodeon como un dibujo para niños, las temáticas que toca resuenan también a una audiencia más madura, desde un retrato de adicción con El Niño Chocolate (episodio 90), una parodia de El Padrino en El Gran Gino (episodio 64) y hasta una triste historia de inmigrantes en La Navidad de Arnold (episodio 20). La genialidad de ¡Oye Arnold! radica en la capacidad que tiene de contar historias complejas sin perder la inocencia de un dibujo animado para niños.

Una característica determinante de ¡Oye Arnold! —y lo que lo diferencia de otros dibujos animados— es la importancia que le pone al entorno urbano en el cual se ubica. El dibujo no es la historia de un niño sino la historia de un niño en la ciudad. Dentro de esta exploración urbana, la historia se ciñe a un territorio determinado: el del barrio; específicamente a un barrio de clase media dentro de lo que podemos asumir como el segundo anillo de crecimiento urbano. La vida de barrio es palpable en todos los episodios, los edificios y recovecos son escenarios, los personajes arquetipos de los habitantes, las situaciones cotidianas son parodias de sí mismas. Vemos la vida urbana a través de los ojos de un protagonista de once años que, con las mejores intenciones, no puede evitar entrometerse en la vida de los demás.

Desde el primer episodio, Las Frutas en el Centro (episodio 1), quedan claros los límites del barrio cuando Arnold y su mejor amigo Gerald deciden faltar al recital escolar y se pasan la parada del autobús para terminar en el centro, vestidos de frutas. Mientras que el barrio se percibe como un lugar amigable y conocido, el centro es sucio y peligroso. El barrio de Arnold es el principal territorio de acción.
Pero además de la vida de barrio, la historia toca algunas de las problemáticas urbanas fundamentales de nuestra era: densificación, gentrificación, apropiación, inseguridad y conservación del patrimonio, siempre bajo la estricta tutela de un fuerte sentido de comunidad. Concebida en los noventa, es natural que los creadores se preocuparan por estos fenómenos y los consideraran intrínsecos a la vida urbana.

En El Terreno Baldío (episodio 7) los niños del barrio, desesperados por la cantidad de coches que interrumpen su partido callejero, deciden limpiar y acondicionar un lote abandonado para convertirlo en un campo de baseball, pero al notar el potencial del lote los adultos lo toman para plantar un huerto urbano. El capítulo va de titularidad y de la creación eficiente de lazos de comunidad en un contexto de apropiación del espacio desocupado. En entornos en los que el espacio público es mínimo, el aprovechamiento de un lote vacío para implantar un jardín vecinal puede cambiar por completo la percepción y habitabilidad del barrio.

En otro capítulo vemos como, atrapado en el dilema de ayudar a su amigo a demoler un teatro histórico o ayudar a su abuela a conservarlo, Arnold experimenta pensamientos contradictorios entre la demolición y la conservación del patrimonio. El Viejo Edificio (episodio 4) presenta una paradoja que cualquier habitante de una ciudad moderna vive constantemente, el tener que escoger entre la destrucción o el deterioro. Demoler el viejo teatro implica perder una manifestación física de la historia local, un hito, una parte de la identidad del barrio; sin embargo, dejarlo ahí abandonado significa perder espacio que podría ser utilizado para un uso que sí haga falta, significa permitir que el barrio se deteriore junto a él. El punto de reconciliación ante esta dicotomía, la reutilización de edificios patrimoniales, tiende a resolver un problema e introducir otro: la gentrificación.

En El Chico del Pórtico (episodio 3) Arnold conoce a un chico que no sale de su pórtico, un espectador pasivo de la actividad urbana desde un umbral al que Walter Benjamin llamaría porosidad. Atrapado en un espacio intermedio, en aquello que no es exactamente público ni privado, el Chico del Pórtico observa la actividad urbana cotidiana desde una posición de habitante marginado. El Chico del Pórtico vive en condición de sin techo, una condición de incertidumbre que refleja la realidad de miles de habitantes urbanos que no tienen más remedio que vivir en espacios intermedios.


Los sets que vemos, diseñados con especial atención a los detalles, van desde enormes parques, teatros, festivales efímeros y mansiones a callejones obscuros y estaciones de metro abandonadas. Los personajes son niños, inmigrantes, indigentes, trabajadores del día a día y hasta el rey de las alcantarillas, un reparto tan diverso como quienes habitan cualquier ciudad. Las aventuras de Arnold demuestran el empeño de la serie por demostrar todos los aspectos de la vida urbana en un barrio de clase media. Arnold es atracado, pierde a su mascota, se queda sin clases por una huelga de maestros y se agobia en una ola de calor, pero también explora estaciones de metro abandonadas, va al estadio y libera a una tortuga del acuario. La ciudad de Hillwood tiene tantos contrastes como cualquier otra y la manera de estar representada como entorno y acción es lo que hace que sea tan única como un niño con cabeza de balón.


FicarqWeb

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3 comentarios. Dejar nuevo

Carlos
enero 12, 2017 7:22 pm

Felicidades Vic

Responder
Germán Valle
enero 13, 2017 7:34 am

Gracias Victoria por un análisis tan esclarecedor de una serie que me ha sorprendido por la importancia que le da al urbanismo, y todos los temas que genera en torno a él. Creo que tenemos un problema entre manos con la tendencia de mucha gente a no dar valor a series y/o películas de animación cuando pueden aportar grandes reflexiones como es el caso. No tenía ni idea de la serie y menos aún de que tocara tantos temas de nuestra profesión y de lo que significa la ciudad para sus habitantes en una serie en la que la mayoría del público va a ser infantil.

Responder
Blog de Fundación Arquia | Blog de arquitectura y arquitectos | LA VIDA URBANA DE ARNOLD
enero 16, 2017 8:45 am

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